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Netanyahu: El artista político

  • Foto del escritor: Abraham David Nissan
    Abraham David Nissan
  • hace 4 días
  • 1 Min. de lectura



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Benjamin Netanyahu ha sido uno de los estrategas políticos más hábiles y longevos de la historia moderna de Israel. Su capacidad para leer el tablero, anticipar amenazas y tejer alianzas complejas es innegable. Sin embargo, ese mismo talento —ese “arte político”— se ha ido convirtiendo, paradójicamente, en el material con el cual ha levantado los muros de su propia celda.


Cada movimiento que le permitió ganar tiempo, consolidar poder o neutralizar adversarios ha tenido un costo acumulativo. Su insistencia en dividir a la sociedad, fragmentar la oposición y apoyarse en coaliciones cada vez más extremas le dio victorias tácticas, pero debilitó el tejido institucional que lo sostenía. Al manipular el sistema para su supervivencia política, generó una desconfianza profunda que ahora lo rodea.


Las estrategias que antes eran admiradas como maniobras maestras comenzaron a percibirse como gestos de pura autodefensa. Su habilidad para postergar decisiones cruciales creó vacíos que otros llenaron, erosionando su autoridad. Su inclinación a convertir cada crítica en un ataque personal y cada negociación en un juego de suma cero levantó muros simbólicos entre él y una parte significativa de la ciudadanía.


La celda que construye no es sólo judicial o política; es narrativa. Cuanto más intenta controlar el relato, más queda atrapado en él. Su figura, que alguna vez fue sinónimo de estabilidad, se volvió símbolo de agotamiento.


Así, ladrillo a ladrillo —con cada táctica brillante pero limitada— Netanyahu se encuentra encerrado no por sus enemigos, sino por la arquitectura de su propio arte político.




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